viernes, 11 de enero de 2013

PONER UNA PIEDRA EN EL CAMINO.

De un tiempo para acá me ha dado por tomar paseos al aire libre por las noches. Generalmente salgo pasear cuando todavía hay un poco de luz, pero a mi regreso la mayoría de las veces ya esta oscureciendo, o bien ya es completamente de noche. Y como suelo hacerlo siempre que salgo a caminar, venía preguntándome sobre el porqué de las cosas, la  cognoscibilidad del ser, o la validez filosófica del alma, cuando de pronto me encontré con una zanja abierta justo unos pasos antes de llegar a ella.

Para fines de comprensión debo agregar el hecho de que iba por un camino cuesta arriba, por un paraje muy poco iluminado, siendo ya de noche, y la zanja en cuestión abarcaba por completo el ancho de la banqueta además de tener 1 metro y medio o 2 metros de profundidad. Con lo cual estamos hablando de más que un simple tropezón.

Si en ese momento yo hubiera venido caminando cuesta abajo hubiera sido más difícil para mí verla, y muy seguramente hubiera caído en esa zanja, o por lo menos me hubiera percatado de que existía estando mucho más cerca de ella. Con lo cual me hubiera llevado un buen susto.

Seguí caminando un par de pasos más, pero me detuve pensando en el peligro que significaba que hubiese una zanja de unos 2 metros de profundidad y que abarcara toda la banqueta. Se supone que las banquetas están hechas para que la gente circule sin ningún peligro por ellas. De tal forma que en ese momento la situación me resulto muy surrealista, y quizás por esa misma razón fue que se desencadeno toda la serie de ideas que me vieron a continuación.

Justamente esto me pasó a unos escasos 20 metros de un tanque de agua municipal, el cual para mí está asociado a una curiosa anécdota. Hace unos dos años, mi mamá sufrió un percance cuando también realizaba una de sus caminatas por la mañana. Se lastimó una rodilla y tuvo que estar varios días hospitalizada.

Después de esto vino un largo proceso de recuperación, donde ella acudía casi todos los días a una terapia de rehabilitación, siendo trasladada en una ambulancia de traslados hacia el centro de salud. Y fue en esos traslados donde conoció a un hombre, no sé exactamente su edad, el cual estaba tetrapléjico. Quedo en ese estado por un accidente que sufrió justamente en el tanque de agua que les acabo de mencionar.

Resulta que, una mañana en que esta persona iba a trabajar, al parecer iba con tiempo de sobra para tomar el camión rumbo a su trabajo. En este punto quizás valga la pena describir como es este lugar que les estoy mencionando. Visto desde afuera este tanque de agua parece más bien una construcción de concreto, una especie de caja de unos 100 metros por cada lado. Está construido de tal manera que la gente acostumbraba subir al techo de este tanque de agua, que ofrecía una superficie plana, y acostumbraba caminar alrededor de este tanque de agua para hacer un poco de ejercicio.

De hecho ahora que lo pienso, ésta podría ser una buena lección para todos los urbanistas de las ciudades, ya que si quieres tener un buen parque público, y que la gente lo use porque les gusta ir, lo único que necesitas es una superficie plana, por donde la gente pueda caminar, que este en un lugar céntrico, y que ofrezca una buena vista, como la ofrecía el techo de este tanque de agua. Porque estando a cierta altura se tenía una buena panorámica de buena parte de la ciudad, sin edificios ni anuncios que te estropearan la vista. De hecho era muy común ver, en el techo de este tanque de agua, a más gente en comparación con las plazas públicas que había alrededor de éste lugar.

Regresando al relato que les estaba contando, esta persona que mi mamá conoció en sus terapias de rehabilitación, estaba tetrapléjico. Lo que sucedió es que esa mañana, que iba a su trabajo con tiempo de sobra, decidió subirse al techo de este tanque de agua municipal y quedarse dormido un rato, mientras hacía tiempo para tomar su camión rumbo su trabajo. De hecho, de un tiempo para acá, ya estaba prohibido que la gente se subiera ese lugar por lo deteriorada que estaba la instalación. Puesto que dicha instalación nunca fue pensada para que la gente la utilizara como paseo peatonal.

Esta persona se quedó dormida, giro estando dormido, se cayó de una altura considerable (unos 5 ó 6 metros más o menos calculo yo), y estuvo inconsciente en ese lugar durante varias horas, hasta que alguien lo encontró por casualidad y llamó a una ambulancia.

Todas esas ideas en mi cabeza, me hicieron pensar en la necesidad de que esa zanja estuviera señalizada. Y no me refiero a reportarla, y esperar a que alguien del municipio viniera a hacerse cargo de eso. Me refiero a que esa zanja sin señalización era algo que tenía que resolverse ya, y dadas las circunstancias tenía que hacerlo yo, ya que muy probablemente la siguiente persona que pasara después de mí por ese lugar sería la que caería en esa zanja.

Me llaman mucho la atención estas dos ideas que surgieron repentinamente en mi mente. Supongo que este tipo de cosas es lo que emerge en la mente de todo mundo cuando se presenta alguna tragedia de gran tamaño, como el ataque del 11 septiembre, o algún terremoto o huracán. Estas dos ideas “tiene que hacerse algo ya”, y “tengo que hacerlo yo”, me da la impresión de que pueden ser un gatillo muy poderoso para nosotros, en general, y que deberíamos de tomarnos el tiempo para explorar estos conceptos, más allá de su aparición natural en nuestras mentes al momento de enfrentarnos a problemas mayores, como los que acabo de mencionar.

Así que inmediatamente tomé un par de piedras que había cerca del lugar, (unas piedras de buen tamaño) y las coloque a ambos lados de la zanja para que, tanto las personas que iban en una dirección o en la otra, tuvieran alguna referencia para detenerse y percatarse de que había una zanja, pues como ya había dicho la iluminación era muy pobre en ese lugar.

Me alejé de ese lugar pensando, “quién sabe, a lo mejor con lo que acabo de hacer quizás habré cambiado la vida de alguien, sin saberlo yo, y sin saberlo siquiera esa persona que, pudo haber caído en esa zanja, si no hubiesen estado de casualidad esas piedras en ese lugar”. O quién sabe a lo mejor ese pensamiento no pasa de ser más que una chaqueta mental.

No se porque pero, desde hace mucho, me gusta pensar que de alguna manera, todos podemos interferir de forma involuntaria, en la vida de los demás. Se dice que una persona debe plantar un árbol, tener un hijo, y escribir un libro antes de morir.

Por mi parte nunca he sido un hombre de campo, aunque es muy probable que en alguna ocasión, siendo un niño, haya plantado algún árbol pero dudo mucho que haya prosperado. A la segunda posibilidad renuncié desde muy joven, a los 18 años más o menos decidí que nunca iba a tener hijos. Y por último el escribir un libro, que quizás es lo más cercano que esté a mi persona, no se ha dado porque no he encontrado ese tema en específico del cual sólo yo podré escribir, y que quedará como testigo de mi paso por este mundo una vez que haya muerto.

Por lo pronto lo que creo que si podemos hacer cada uno de nosotros, es poner una piedra en nuestro camino. Algo pequeño, quizás algo simbólico, muy probablemente algo que solamente va a tener significado para nosotros.

Así que sería interesante que, de vez en cuando cada que nos acordemos de esto, poner una piedra, una acción, un gesto, un comentario, cada uno de nosotros tendrá que decidir qué será ese algo, que podemos poner en nuestro camino, no en el camino de otra persona (nunca me han gustado los metiches) sino en nuestro propio camino, en el camino que nosotros estamos recorriendo. Esperando que, tal vez, nuestro camino converja con el camino que recorrerá otra persona, y que probablemente en su paso por ese lugar nuestra piedra le sea de beneficio. Aunque, ni esa persona ni nosotros, nos enteremos.

Estoy seguro de que ese tipo de interacciones, que son las más fáciles de hacer, son las que a nivel macro finalmente terminan teniendo las mayores repercusiones en la vida de este mundo. De maneras que nosotros jamás nos esperaríamos, y que probablemente nunca seamos capaces de comprender.

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