sábado, 16 de enero de 2016

EL MEJOR LUGAR DEL MUNDO.

Yo solía pensar que México era el mejor país del mundo, cuando era muy niño. No estoy seguro si esta era una idea mía, o si bien se me había formado de tanto que escuchaba repetir por aquí y por allá. Es una especie de frase nacional, el lugar común de pensar que nuestro país, sea cual fuere, es el mejor lugar del mundo. De hecho ahora que soy un adulto de verdad desearía que México fuera el mejor lugar del mundo. Y mucho más allá me encantaría que Monterrey fuera el mejor lugar de México. Y aunque es verdad que tenemos al municipio más rico de América Latina, mi ilusión infantil murió incluso antes de que mi propia niñez se fuera.

Y es que la única arma patrioterismo ha sido siempre la mentira, una fuente inagotable de razones por las cuales uno, si no le mete mucho análisis, puede empezar a sentirse hasta orgulloso de pertenecer al país que pertenece. Esto suele enseñarse desde los primeros días de nuestra educación, metiéndolo en lo más hondo de nuestro inconsciente y de nuestros sentimientos. Con algunos el sistema de educación tiene éxito. Con otros, los que solemos ser más infelices a lo largo de nuestra adultez, nuestra patria nos parecerá permanentemente una parcela demasiado pequeña.

La patria empieza aquí en este río, y acaba allá en aquella montaña detrás de la cual ya no se puede y no se debe de ver nada. Aquí en este terruño, el cual alcanzan abarcar por completo nuestros ojos desde donde estamos parados, aquí están los hombres más valientes y las mujeres más hermosas, aquí están las personas más buenas, las almas preferidas de Dios y la raza más trabajadora.

Aquí la gente es color de bronce pero vale oro, nuestro campo produce los frutos más ricos que ningún otro campo de algún otro país del mundo. De verdad no estoy exagerando, he conocido a personas que piensan de este modo tan extremista. Afortunadamente este tipo de personas suelen ser de otras épocas, personas mayores, educadas en otros tiempos bajo otros paradigmas. Paradigmas que en la actualidad sólo sirven para que un bobalicón, de 30 años como yo, haga burla sobre estas ideas enraizadas en el corazón de aquellas personas que ya van de salida.

La contraparte obvia de este amor al borde del paroxismo, de todo lo que es propio, no puede ser otra cosa más que el odio exacerbado e irracional a todo lo que sea ajeno. Muy seguramente la mayoría de los conflictos bélicos de la actualidad, pero sobre todo del pasado, se fueron formando desde el alma infantil, con los elogios de la puerta de nuestra casa hacia dentro y con los palos y piedras, de la puerta de nuestra casa hacia afuera.

No sé ustedes que me leen, pero yo de niño viví y de adulto sigo viviendo en un barrio bastante popular de mi ciudad. Tan sólo en las tres décadas, que llevo viviendo, he podido ver un cambio significativo. Cuando yo era niño en mi colonia había muchas pandillas, muchos jóvenes ya fueran delincuentes o no, que se juntaban en grupos para poder protegerse entre ellos.

Los jóvenes a partir de cierta calle estaban en constante pelea física, con los jóvenes que vivían de esa calle pero hacia el otro lado. Así de ridículo y de arbitrario era la división de los territorios, los cuales por risible que parezca, llegaron a costar muchísimas vidas dentro de las peleas periódicas que se suscitaban entre dos o más pandillas.

De un tiempo hacia acá he notado que esta tendencia de agruparse en pandillas, o por lo menos la tendencia de ser tan antagónicos entre jóvenes que viven en distintas colonias, ha disminuido. Además me atrevería a afirmar que el Internet junto con la facilidad de las telecomunicaciones y las redes sociales, que poco a poco han sabido meterse en nuestras vidas sin siquiera ser notadas, pueden ser los agentes de cambio dentro de estos comportamientos.

Piénsenlo así: Antes de la llegada de las telecomunicaciones para nosotros, los usuarios de los lugares más populares de las ciudades, no existía ninguna manera de comunicarnos más que de boca a boca, quizás mediante llamadas de teléfono y nada más. Si tú te enemistabas con alguien de otra pandilla esa enemistad iba a durar hasta que alguno de los dos bandos resultará golpeado. Pero ahora con internet las redes sociales son una especie de foro abierto donde todo mundo puede dar gritos, sombrerazos, insultos. Pero que eventualmente, si no se llega a un consenso, por lo menos se pueden calmar los ánimos.

Las redes sociales nos ayudan en este sentido hacer la catarsis, una catarsis para la cual antes no había oportunidad, pero que ahora ya la hemos internalizado.

En este sentido creo que las rencillas pequeñas, dentro de espacios virtuales, pueden llevar a un resultado similar a cuando lijamos alguna pieza de madera burda. Lijando las asperezas de la madera, mediante la fricción, obtenemos una pieza prolija y suave.  Lo mismo ocurre en las interacciones de la vida real, luego de lijar un poco en las redes sociales, se enfría la sangre y así evitamos tener conflictos con los desconocidos. Pues ahora, gracias a las redes sociales es más fácil conocer a las personas de las otras colonias y de los otros bandos.

En el hecho de que todos seamos diferentes, radica precisamente el sentimiento de que todos somos iguales. Y en esto nos han ayudado mucho las nuevas tecnologías y las redes sociales. La persona que extraña su tierra natal de Veracruz, no es menos que la persona que extraña su tierra natal aquí en Monterrey. Ahora, y gracias a que constantemente estamos en contacto a través de Internet con personas de nuestro entorno y también con personas en lugares muy apartados, eventualmente nos estamos dando cuenta de que todos los rincones del mundo son un mismo rincón.

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